La “mafia del cobre” no descansa ni deja descansar

Si bien las esculturas o monumentos son la cara más visible de la actuación de los grupos inescrupulosos que comercian ilegalmente con el bronce y el cobre, también es cierto que cementerios y otros bienes públicos son víctimas silenciosas de este «modus operandi»
Norberto J. Méndez. Fotos archivo IAM Venezuela

 

Esculturas mutiladas, letreros de edificios, piezas que ornamentan los camposantos o cableado de edificaciones, las mafias que contrabandean metales como el bronce y el cobre no discriminan a la hora de conseguir “materia prima” para su comercio ilegal. Caracas no ha estado ajena a ese fenómeno que ha ido creciendo en el resto del país, un negocio del que se habla poco en voz alta pero que mueve muchos millones de bolívares, de los soberanos.

Los entrevistados evitan hablar del tema y no desean identificarse para el reportaje. En un mercado que vuela bajo el radar, la discreción es un valor en alza para evitar la atención de las autoridades policiales. De un lugar te mandan para otro, donde nuevamente vuelven a referirte para otro sitio de la ciudad… y así.

La policía del municipio Sucre decomisó cientos de placas robadas del Cementerio del Este, de Caracas, en julio de 2017. Un año después, la diputada Nora Bracho hablaba de 6000 placas hurtadas del camposanto. Foto Nathalie Sayago.

“No, pana, ya no compramos cobre, ¡qué va! Otro tipo de metal sí: aluminio, bronce o hierro, pero cobre no, mejor pregunta en El Valle… es que eso no es legal, eso lo limitó el gobierno”, dice aprensivo el encargado de un centro de recolección de metales para reciclaje ubicado en Los Rosales, a menos de un kilómetro del colegio Gran Colombia. Informa que el bronce lo pagan en 150 bolívares soberanos por kilo (unos 3,5 dólares al cambio del 15 de agosto de 2018), pero advierte “traiga la pieza y hablamos”.

Bajo el elevado de la autopista Valle-Coche que marca la frontera imaginaria de El Valle con Los Jardines de El Valle, varios hombres venden artículos de segunda mano, desde bicicletas hasta grifería de lavamanos se ven en los manteles. “¿Tú eres policía? Tienes cara de policía, yo no vendo ni compro eso, yo solo vendo lo que ves ahí, ¡arranca para otro lado!”, dice el mayor de los vendedores, cercano a los 70 años de edad. “Pregunta por la calle 8 o la 9”, nos dice por lo bajo otro de los vendedores.

El recorrido por la avenida Intercomunal de El Valle fue infructuoso, pero un barrendero de la Misión Chamba Juvenil nos recomienda volver a la zona de Longaray, “ahí están unos chamos que compran de eso, al lado de la venta de cochino frito”.

¿Tú eres policía? Tienes cara de policía, yo no vendo ni compro eso, yo solo vendo lo que ves ahí, ¡arranca para otro lado!”.

Vendedor ambulante de metales de segunda mano. 

Ya en el lugar, preguntamos por el local y el trabajador de una cauchera nos indica que “había dos negocios que compraban cobre y aluminio, se paraban ahí y la gente venía, pero hay mucho peo con la policía y (el presidente Nicolás) Maduro, hace tiempo que se fueron después de que la policía empezó a caerles para quitarles real y a llevárselos presos”. Como en el juego del gallo pelón, nos envían a Las Malvinas, en la entrada de El Valle.

“¡Qué va! ¿Para qué quieres saber? Esa vaina es ilegal, nadie por acá compra eso, pues le cae el Sebin, la policía y la Guardia (Nacional). Eso trae mucho problema, hay un gentío preso por eso, ¿tú no eres policía?”, nos suelta un cauchero a la entrada del barrio Las Malvinas. Hay cinco empleados, todos nos observan con desconfianza, se consultan con la mirada y van respondiendo por retazos. Explican que la policía espantó a quienes se dedicaban a ese negocio. “¿Cuánto tienes para vender, chamo?”, pregunta en voz baja uno de los empleados más jóvenes cuando vamos en retirada. Le decimos que una bobina de unos dos kilos y, una vez más, nos refiere a otro lugar: “mejor vete pa’ La Yaguara, allá todavía se paran en la vía y compran”.

Primera parada en La Yaguara, una chatarrera. “Nadie está comprando cobre, ahora eso es material estratégico, según el gobierno, y nadie lo compra. Vete como quien va pa´ Antímano, allí todavía se paran los camiones, ellos lo compran caleta”, nos dice un empleado que está en las puertas de la procesadora.

Reitera que solo reciben chatarra o aluminio. Consultado sobre los precios indica que el kilo de bronce se paga en 450 bolívares soberanos (7,60 dólares para el 15 de agosto de 2018) y el aluminio en 2 bolívares (0,03 dólares. En el caso del bronce revela que los “muchachos de La Yaguara” lo pagan en 250 bolívares el kilo, si es por transferencia electrónica, o en 150 bolívares/kilo (2,53 dólares) si es en efectivo.

Antes de irnos, nos recomienda ir a La Quebradita. “Si allá en La Yaguara no están, vete pa´ La Quebradita, ellos sí compran bronce”, dijo y nos da la seña del local.

Recorrimos la avenida Intercomunal de Antímano dos días, sin suerte. Una alcabala móvil ahuyentó a los “muchachos”. En Antímano preguntamos y, de manera unánime, nos remiten de nuevo a la Intercomunal.

Al segundo día, vemos salir de un local un camión 350 cargado de piezas metálicas, lo alcanzamos para preguntarle. En un primer momento, el conductor nos repite “no, hermano, nadie está comprando cobre. Si tienes aluminio te lo pagamos a 2 bolívares, no sé en cuánto estará el cobre”. Mientras esperamos que cambie la luz del semáforo, nos pregunta cuánto tenemos para vender, le repito la historia de la bobina de un kilo y me dice “anota este celular, llama ahí y pregunta a ver qué te dice”.

Seguimos la recomendación y al tercer intento nos atienden en el número celular, la voz masculina no se identifica y a la defensiva nos aclara “eso está delicado, yo tengo como un año que no me meto con eso (…) nadie quiere problemas con la policía”. Mientras conversamos, pregunta como quien no quiere, cuánto queremos vender, escucha la respuesta y vuelve a repetir que no le interesa.

Pieza robada a un monumento venezolano, así como el cableado de los espacios públicos. Foto archivo IAM Venezuela, agosto 2017.

“El cobre tiene salida rápida, a mí me lo compran por Propatria… y te lo pagan de una”, suelta el sujeto mientras saca unos cauchos usados de un montón de basura en la avenida Panteón, al noroeste de Caracas. Yonatan (evade decir su apellido), habla con la desconfianza de quién lleva años en las calles y mira de reojo a su interlocutor. Tendrá entre 20 y 30 años, delgado y con al menos 1,70 de estatura, viste shorts y una camiseta basquetera. “Tú vas hasta allá, con lo que tengas, y te lo pagan de una. Si quieres comprar y llevas el billete, te venden lo que quieras. ¡Eso le dan plomo rápido! Ahí se mueve mucha plata, pregunta por allá”, apunta, mientras habla mira a los otros cuatro hombres que también van sacando cauchos y lo van a pasando a uno que lleva una carrucha.

Yonatan indica que el precio del kilo de cobre para la última semana de octubre era de 120 bolívares soberanos (12 millones de bolívares antes de la reconversión del 20 de agosto y 2,02 dólares). En la chatarrera le compran cables o pedazos de piezas de equipos como electrodomésticos o de automóviles.

Bajo persecución

Luego de las actuaciones policiales durante el último año contra los compradores de cobre, el gobierno intensificó la intervención del sector por la vía del decreto ejecutivo.

En la Gaceta Oficial número 41 464, correspondiente al pasado martes 21 de agosto de 2018, se incluyó el decreto número 3586, mediante el cual “se reserva al Ejecutivo Nacional la compra de residuos sólidos de aluminio, cobre, hierro, bronce, acero, níquel u otro tipo de metal o chatarra ferrosa en cualquier condición; así como de residuos sólidos no metálicos, fibra óptica, y fibra secundaria producto del reciclaje del papel y cartón. Tales materiales se declaran de carácter estratégico y vital para el desarrollo sostenido de la industria nacional”.

Además de limitar el comercio de dichos residuos, metálicos o no, el Ejecutivo prohíbe la exportación de estos materiales y ordena la intervención de las empresas establecidas que operan en este sector.

Si bien se indica que la intervención estatal alcanzaría todo tipo de material, en la práctica los sitios verificados siguen recibiendo hierro, aluminio y, en menor medida, bronce. La mayoría insiste en que el foco oficial se ha puesto en el cobre.

El decreto N° 3586 profundiza en las medidas implantadas tras el derogado decreto N° 2795, correspondiente a la Gaceta Oficial 41 125 del pasado 30 de marzo de 2018, en la cual el Gobierno se reservaba la compra de los referidos residuos con el fin de «proteger a la industria nacional». Ambos decretos son prácticamente idénticos en redacción y alcances, un detalle es que en el artículo 7 del decreto N° 3586 no aparece el vicepresidente ejecutivo (Tareck El Aissami) como responsable del cumplimiento del contenido de esa norma, cómo sí ocurría en el anterior decreto.

Patrimonio bajo amenaza

Hannia Gómez, de la ong Fundamemoria, recuerda las estatuas vandalizadas durante los últimos años en el área metropolitana de Caracas. Cita el caso de la centenaria escultura de José Antonio Páez, en la homónima plaza Páez de El Paraíso, víctima del vandalismo en varias oportunidades. El autor de la obra es el maestro Andrés Pérez Mujica, quien la esculpió en 1903 tras ganar un concurso promovido por el Gobierno de Cipriano Castro (1899 – 1908).

Monumento a José Antonio Páez en El Paraíso (Andrés Pérez Mujica, 1903). Foto de la ong ordenvenezuela.org, abril de 2018.

La fundición realizada por el escultor Eloy Palacios le agregó valor a la pieza, que inauguraría el presidente el 23 de mayo de 1905. En 2006, como parte de un proceso de remodelación, le reinstalaron varios accesorios previamente sustraídos, como la lanza, la espada, los estribos y las riendas. Luego de eso, sin embargo, volvieron a llevarse la lanza.

Cerca de Páez está la escultura El Ángel del Paraíso, ubicada en la Plaza Madariaga al frente de la Comandancia General de la Guardia Nacional Bolivariana, a la cual se le desprendió el brazo y la trompeta. Gómez apunta que afortunadamente un vecino recogió ambas piezas y cuando en el año 2016 hicieron los trabajos de refacción de la plaza, las entregó a las autoridades. “Gracias a la colaboración de un vecino, que vio cuando se desprendieron estas piezas, la obra fue restaurada, lástima que terminaron pintándola de dorado, que no era su color original”, acotó Gómez.

Colón en el Golfo Triste (1904), de Rafael de La Cova y que por muchos años estuvo ubicada en Plaza Venezuela, fue atacada por grupos identificados con el partido de gobierno en el año 2004, bajo la excusa de que el navegante genovés había sido un «genocida». Una de las figuras que acompañaba la escultura del almirante fue lanzada al río Guaire y no se supo de ella. La escultura de Colón, de más de 2,10 m de altura, reposaba en las instalaciones de Fundapatrimonio y su destino es incierto.

Monumento a Colón en el Golfo triste, sin la estatua centenaria del maestro Rafael de la Cova. Foto Oscar / Wikipedia. Dominio público.

También fue mutilada la escultura de Carlos Gardel, realizada por Marisol Escobar, y que está en los predios de la estación de Metro Caño Amarillo, en el oeste de Caracas. Un perro que formaba parte del conjunto, fue robado por desconocidos.

Letras de monumentos, rótulos, guirnaldas, ánforas, son algunas de las piezas robadas en diversos lugares de Caracas. “Hay que presentar los respectivos reclamos ante Fundapatrimonio, ir por los canales que establece la ley para presentar un caso, de lo contrario las denuncias quedan en el aire”, sugiere Gómez.

Sin descanso

La mafia del cobre tiene en los cementerios, tanto los públicos como los privados, una particular mina de materia prima. El Cementerio del Sur, que fue declarado monumento histórico nacional según Gaceta Oficial nº 32 492 del 9 de junio de 1982, ha sido una víctima habitual de estas bandas delictivas.

Desde los 90 es bien conocido el caso del paulatino pillaje en el mausoleo de la familia Crespo, donde yacía el cuerpo del expresidente Joaquín Crespo. En ese momento sustrajeron la espada y ornamentos.

Féretro profanado del exprsidente Joaquín Crespo. Foto José Luis Orozco / Flickr

Para 2013 habían desaparecido los cuerpos del general y su esposa. Porque al problema del robo de piezas de metal, mármol y granito se ha unido el comercio de huesos humanos con fines esotéricos.

Para ir al Cementerio del Sur recomiendan acercarse con pocas cosas de valor. En la entrada hay trasiego de gran número de personas pues es paso obligado para los habitantes de los barrios que crecieron sin control en sus adyacencias. La policía solo custodia la zona de la entrada, más allá cada quien va a su suerte. En el interior del cementerio es común ver circular a personas en motos o individuos que se asoman, algunos con escaso disimulo, detrás de lápidas o panteones.

El destino del panteón de Crespo no ha sido ajeno a las tumbas de difuntos anónimos. “Es peligroso quedarse mucho tiempo acá. Yo vengo con la cédula y el dinero del pasaje. En la tumba de mis padres las cadenas, tubos y letras fueron desapareciendo. No dejan descansar ni a los muertos ni a los vivos”, afirma Carmen, una señora cercana a los 70 años que desconfía en dar su apellido.

“Los robos siguen ocurriendo con frecuencia y los trabajadores del cementerio no pueden hacer mucho, es que la policía ni siquiera puede acabar con eso, pues apenas custodian el área de entrada. Son los familiares los que deben colocar las denuncias, pero casi nadie lo hace. Al peligro de los que roban las piezas metálicas o el granito y el mármol, ahora se suma los que roban los cadáveres para vender los huesos, es lamentable”, expresó Silvio Figuera, directivo de Soascem, sindicato que agrupa a los trabajadores de parques nacionales, cementerios y jardines.

Pero este fenómeno no es ajeno a los cementerios privados. A finales de mayo de 2018, en redes sociales se compartieron versiones sobre el supuesto hurto de piezas de bronce y de lápidas en el Cementerio del Este, ubicado en La Guairita. A raíz de ello, la administradora del Cementerio Metropolitano Monumental, S. A. (CEMEMOSA) publicó un comunicado aclarando que había tomado medidas para evitar la sustracción de las placas de bronce.

El gerente de seguridad del Cementerio del Este, Alfredo Romero, atribuyó los hurtos a las “mafias del cobre” y explicó a Efecto Cocuyo que “la seguridad del cementerio ha agarrado a más de 45 personas en flagrancia robándose lápidas. En enero de 2018 recuperamos 206 placas de bronce que 9 personas se llevaban en un autobús de la ruta Santa Teresa del Tuy. Eso ocurrió a las 7:30 p. m.”.

Es peligroso quedarse mucho tiempo acá. Yo vengo con la cédula y el dinero del pasaje. En la tumba de mis padres las cadenas, tubos y letras fueron desapareciendo. No dejan descansar ni a los muertos ni a los vivos”.

Carmen, visitante del Cementerio General del Sur.

Para mayo de 2018, Cemosa había retirado las placas de bronce (cada una con un peso aproximado de 20 kilos) en las parcelas más afectadas por los hurtos y había procedido a comunicarse con los deudos, para entregar las piezas y ofrecer opciones para la identificación de las tumbas.

Universidad “wireless”

En el año 2000 la Ciudad Universitaria, la sede de la Universidad Central de Venezuela, fue declarada Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la Humanidad por la Unesco. Sin embargo, la asfixia presupuestaria y la inseguridad han afectado a la infraestructura del campus.

Orlando Luna, coordinador académico de la Escuela de Comunicación Social de la UCV, explicó que la sede de dicha escuela sufrió en mayo de 2018 el robo del cableado de cobre y en junio volvieron a ser víctimas del hampa. Aunque originalmente se calculó el robo en 700 metros de cable, cuando se hizo la revisión constataron que habían sustraído 1400 metros. “Ha habido robos similares en varios edificios de la universidad. No solo de cobre, también se robaron recientemente la fibra que llevaba el Internet a la UCV”, precisa.

En el edificio que alberga la Escuela de Comunicación Social también están Nutrición y Dietética y Antropología. “Hasta el momento solo han podido reponer 700 metros del cable, pero con material de aluminio porque no hay presupuesto para reponerlo en cobre, que sería lo ideal, para garantizar la vida útil de los equipos. Hoy no están operativos los aires acondicionados y algunos salones no funcionan, porque con el segundo robo de agosto, los equipos se quemaron”, explicó Luna.

Para haber movilizado esa cantidad de cables de cobre (1400 m), debieron requerir un camión de grandes dimensiones que no pudo haber pasado desapercibido”. 

Orlando Luna, coordinador académico de la Escuela de Comunicación Social de la UCV 

Luna indicó que cuando se hizo la revisión del daño producido, el metro de cobre costaba hasta 50 millones de bolívares (500 bolívares soberanos, tras la reconversión monetaria), por lo que se calculó que para restituir con cables de cobre 700 metros del cableado robado se requerirían 350 000 bolívares soberanos (5911 dólares al cambio de agosto). Y reponer los 1400 metros de cable robados habría sumado la suma de 700 000 bolívares soberanos (11 822 dólares).

La denuncia se realizó ante el Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas, CICPC, porque algunos equipos que se dañaron están asegurados pero, admite Luna, hay pocas esperanzas de que las investigaciones avancen. “Para haber movilizado esa cantidad de cables, debieron requerir un camión de grandes dimensiones que no pudo haber pasado desapercibido”, lamentó. Además del edificio de la Escuela de Comunicación Social, también fue afectada la sede de las escuelas de Arte y de Estadística que queda justo al lado.

Nadie se salva

La “desaparición” de piezas de bronce no solo afecta a monumentos o sitios históricos. En varias urbanizaciones de Caracas, los propietarios han sufrido el robo de los letreros con los nombres de sus edificios. Una solución ha sido sustituirlos por letreros en materiales menos “nobles” o simplemente han echado mano de la pintura.

En cuanto al cobre, se trata de un problema que afecta muchos edificios. En la segunda semana de agosto los vecinos del edificio Residencias Jardín del Centro, ubicado a pocas cuadras de la Plaza La Concordia, en pleno centro de Caracas, estuvieron casi 12 horas sin luz. El diagnóstico de Corpoelec: se habían robado 15 metros de cable de cobre en la tanquilla ubicada en la acera frente al edificio, el resto del cable que no fue sustraído fue troceado por los antisociales. “En casos como este, se supone que Corpoelec debe correr con el costo de la reparación, porque el daño no se produjo en el interior del edificio, pero al final tuvimos que pagar para recuperar el servicio”, comentó una vecina.

FUENTES
  1. Plaza Madariaga: Angel de El Paraíso. En el blog Santiago de Leon de Caracas.
  2. Barrera, Charlie. La plaza Madariaga aunque perdió su encanto sirve para hacer deportes. En Crónica Uno, 2016. Consultado el 22 de julio de 2018.
  3. Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano 2004-2010. Consultado el 27 de julio de 2018.
  4. Cementerio del Este emite comunicado tras presunto robo de lápidas. En diario 2001, 29 de mayo 2018. Consultado el 3 de agosto de 2018.
  5. Gaceta Oficial de Venezuela, número 41.464, del martes 21 de agosto de 2018. Consultado el 21 de octubre de 2018.
  6. Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural, 1993. Consultado el 27 de julio de 2018.
  7. Monumento a Colón en el Golfo Triste. En Wikipedia. Consultado el 14 de diciembre de 2018.
  8. Pineda Sleinan, Julett. Uno no consigue dónde reposan sus muertos”, familiares tras hurtos en el Cementerio del Este. En Efecto Cocuyo, 29 de mayo, 2018. Consultado el 3 de agosto de 2018
  9. Pisani Pardi, Napoleón. Caracas de Ayer, de hoy y de Siempre. En el blog Escritos de un Salvaje, enero 2011. Consultado el 14 de diciembre de 2018.
  10. Rangel, Arnoldo. El Ángel de El Paraíso. En el blog Arnoldo Rangel.wordpress

Otras investigaciones